Gente loca.

sábado, 15 de enero de 2011

Poesía rara... poesía Pinsky.

Lento salterio, otoñal gavota zalamera:
Basho y sus amigos salen a mirar la luna;
en verano la gasolina irisa los charcos,
La cortesía secreta que como icor cursa
a través de la forma antigua de un chiste grosero y colorido:
es imposible ponerla por escrito.
"Basho" se llamó a sí mismo “árbol de plátano": banano,
por la planta con que unos estudiantes le recompensaron,
tal vez, por serles guía
al hilar con ellos una noche por las reglas y canales
de un poema colectivo eslabonado,
grabado en el corazón del profesor: vivo, rígido y fluido
como pasajes grabados en un circuito microscópico.
Elliot tenía en su memoria tantos chistes
que parecían criársele como microbios en un cultivo
pasajes esiot de plátano": arcoiris en la coladera
dentro del cerebro: uno producía al otro
de tal manera que era imposible distinguirlos:
En la corte-cultivo de chistes era él un plátano superior.
Imaginen una corte de un solo miembro: la reina, una madre joven,
infeliz, sola todo el día con su niño recién nacido
y su nuevo bebé en un apartamento escuálido
de demasiado pocos cuartos, de una raza distinta a la de sus vecinos.
Ella dice al niño que va a suicidarse.
Ella empolla, ella rabia. Esperando distraerla,
El niño corta alcaparras, canta, hace imitaciones
de gente que vive en el complejo, él hace chistes,
cree que si la mantiene con vida hasta que el padre
llegue a casa del trabajo, todos estarán bien hasta que amanezca.
Es la risa contra el dormitorio y las píldoras.
¿Qué es él con sus esfuerzos sino un cortesano?
Imposible describir por completo su delirio.
En los primeros meses en que había mudado de nuevo al este
desde California y tuve que dejar un mensaje
en la máquina de Bob, me hice el hábito
de contarle a la grabadora un chiste
; y a la mitad
pretendía que había olvidado el final,
o haría creer que había sido interrumpido—
para que Bob tuviera muchas ganas de escuchar el final
y tendría que llamarme a mí. La broma era de Elliot,
más a menudo que no. Los doctores hicieron la equivocación
que le mató a una cierta hora más adelante ese mismo año.
Un día cuando llegué a casa encontré un mensaje
De Bob en mi máquina. Era un chiste
sobre dos rabinos, uno de ellos alto, el otro bajo,
un día mientras caminaban juntos por la calle
ven el cadáver de un chino ante ellos,
y Bob dijo, disculpa, olvidé el resto.
Por supuesto él concibió su chiste como falso,
Es imposible saberlo — un reto sin salida.
Pero aquí está, como Elliot me lo contó:
La viuda del muerto vino llorando a los rabinos,
Les rogaba que lo resucitaran si podían.
Impactado, el rabino alto se negó absolutamente.
Pero el rabino bajito le dijo que trajera el cadáver
a su casa-estudio, y ordenado que las persianas
se cerraran para que el cuarto estuviera oscuro como noche. Entonces rezó
sobre el cuerpo
, cantando una secreta bendición
de la Kabala. "Levántate y respira" él gritó;
pero nada sucedió. El cuerpo inerte. Así que entonces
el breve rabino pidió centenares de velas
y bailó alrededor del cuerpo, cantando y orando
en hebreo, luego en yiddish, luego en arameo. Rezó
en turco y en egipcio y en gallego antiguo
por casi tres horas, saltando por encima del ataúd
a la luz de las velas, de modo que sus diminutos y negros zapatos
parecían no tocar el piso
. Con un último rezo
sollozado en un castellano anterior a la Inquisición
se rindió, agotado, y miró la cara del hombre muerto.
Jadeante, levantó ambos brazos en un gesto místico
Y dijo, “Levántate y respira!” Y aún el cuerpo
Siguió como antes. Es imposible poner
en palabras cómo las cejas de Elliot se sacudían y baritaban
como mamuts peludos cuando —la viuda china
dio permiso —el pequeño rabino cantó
la bendición para realizar una circuncisión
Y quitó el prepucio al hombre muerto, cantó loas
en finés y swahili, y bañó el cadáver
de pies a cabeza, y con un rezo final
En babilónico, jadeando y exhausto,
Sostuvo la cabeza del muerto y le besó los labios
y la dejó caer de nuevo y saltando hacia atrás le ordenó,
"¡Levántate y respira!" Y el cuerpo siguió como antes.
En esto, como cuando los discípulos de Bashõ van
a lo largo de la curva dorsal que liga el renga
a lo largo de sus diversas voces, cada una agregando
una transformación según las reglas
del stasis y de la repetición, todos en orden
pero aun así impredecibles,
Elliot se prepara para el final del chiste: el rabino
enano, aún jadeando como un boxeador estropeado,
Mira al muerto y luego a todos los presentes,
Una especie de gesto a la Mel Brooks: "¡Hoo boy!" él dice,
"Esto es a lo que yo llamo estar bien pero bien muerto." Oh mortales
poderes y príncipes de la tierra, y ustedes inmortales
señores del inframundo y de la vida futura,
Jehováh, Raa, Bol-Morah, Hécate, Plutón,
¿Qué tiene qué ver un alma brillante con
sus arpas y fuegos y barcos, sus cacharros
y canales de sangre humeante?
Aldeanos mezquinos,
nuestros idiomas no los tocan, ustedes son como esa madre
cuyo niño pequeño la ha entretenido para mendigarle vida.
Este niño se convirtió tal vez en el rabino alto,
el que se lavó las manos de todas las alcaparras
desde el principio. O tal vez se convirtió
en el autor de estas líneas, un renga de un solo autor
para quien parece imposible
decir derecha una historia. Era un procedimiento
de rutina
. Cuando se acabó los médicos
Le dijeron a Sandra y a los niños que había sido un éxito,
pero que Elliot no despertaría por una hora tal vez,
que debían irse y comer algo. Ellos dos amaban discutir
de tal modo que por su lado él recurría al yiddish,
y Sandra a un cierto dialecto siciliano.
Él la regañaba incesantemente por fumar.
Cuando ella volvió de comer con los niños
los doctores tuvieron que decirles sobre el error.
¡Oh pétalos que giran, hojas muertas! El movimiento
De rengas eslabonados que pasa de un momento a otro
es significado, dice Bob en su libro de haikús.
Oh pétalos que giran, todo lo vivo es contingente,
hojas que caen, y transitorio, y sufre.
Pero el Universal es la meta de los chistes,
especialmente ciertas bromas étnicas, que se disipan
a través de un girante embudo de lengüetas y de gestos
hacia un Ítaca absurdo. Hubo uno
que me contó un periodista. Él lo oyó mientras un héroe
del Movimiento de Libertad Sudafricana les hablaba
a judíos ancianos. El brazo derecho del hablante
había sido volado por derechistas terroristas
de buzones.
Él dijo a sus oyentes que tenían que echar sus votos
para el ANC — un grupo de judíos viejos de quienes se temía
estaban cerca de los árabes." Pero empezaron a llorar
cuando el viejo combatiente mutilado les dijo que el país
les pedía votar por lo correcto, su voto
podía hacer un país al cual sus hijos podrían volver
desde Londres y Chicago. Los ancianos conmovidos
aplaudieron con vigor y el amigo del orador
le susurró al periodista
, "esto es el chiste del ejército belga
hecho carne" Desearía poder decírselo
a Elliot. En el ejército belga, la pelea
entre flamencos y valones se puso mal,
Tan fuera de control que el ejército apenas funcionaba.
Finalmente un comandante reunió a sus hombres
en un gran salón, para ocuparse de las cosas en directo.
Estaban de pie y firmes todos. “Los flamencos”,
ordenó, "a la pared izquierda." La mitad de los hombres
se arracimó a la izquierda. "ahora todos los valones," ordenó,
"muévanse a la derecha." Un número igual se apretó
contra la pared derecha. Solamente un hombre seguía
de pie y firme y en el centro: "¿Qué es usted, soldado?"
Saludando, el hombre dijo, "soy belga, señor."
"Pues sí que es asombroso, cabo — cuál es su nombre?"
Saludando otra vez, "Rabinowitz," contestó:
Un chiste que parece ser un cuento
de judíos. Pero así como el renga describe
un significado religioso pues se mueve en pétalos que flotan
y en hojas frágiles que tocan y mueren y sufren
los vientos cambiantes que barajan las olas del charco,
así en el chiste, apenas bajo la música estridente
de flamenco, judío, valón y lealtad cortesana
se pasa al salterio, a la gavota y a la zalema,
sobre el banano, la luna en otoño

Lealtad a un estado imposible de decir.

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